martes, 10 de abril de 2018

EL VALLENATO TRADICIONAL, UN VISITANTE INTERMITENTE EN LA OBRA MUSICAL DE CARLOS VIVES


Adrián Pablo Villamizar Zapata
(Miembro del Comité de Seguimiento al Plan de Salvaguardia de la Música Vallenata Tradicional)

Vives y el vallenato acreedor.
Carlos Alberto Vives es unos de los mayores genios artísticos del Caribe inmenso, el laboratorio genético-cultural más grande del planeta. Su creatividad, su sensibilidad, su análisis del acontecer y el poder de transmitirlo,  lo hacen incomparable dentro del historial musical de Colombia. Siendo muy niño,  descubrió los cantares vallenatos de juglares y trovadores que visitaban la casa paterna y la de sus tíos en Santa Marta; mientras neceaba con sus juguetes por los pasillos de los caserones, quedando una imborrable huella en aquel “pelao” curioso y tempranamente nostálgico que luego halló su verdadera identidad musical en el rock de los 60’s y 70’s. La lírica testimonial de Lennon, Mercury, Dylan, etc. produjeron en él similares sensaciones a la de aquellos cantos que les escuchó a Huertas, Escalona, Armando Zabaleta, Leandro Díaz y Luis E. Martinez. Más tarde el Rock latino de Spinetta, García y los españoles junto a la aparición iluminada de Juan Luis Guerra y 4:40 a finales de los 80’s, fueron luz verde para que soñara con una manera distinta de reinterpretar las canciones que amó de niño y hacerlas conocer por el mundo entero en un formato  más universal: un “rock de su pueblo”. 

miércoles, 14 de febrero de 2018

EL AMOR Y SU DESTIERRO DE LOS FESTIVALES VALLENATOS



Abel Medina Sierra

Corriendo el riesgo que se me tilde de reiterativo, recalo en un tema que  ya antes había tocado, aunque solo tangencialmente,  en una de mis columnas. Se trata del destierro que ha padecido el tema del amor  entre parejas,  como motivo de las canciones inéditas  que participan en los concursos de los festivales del género vallenato.
A finales de los 70s y durante los 80s, era común que las producciones musicales de los grandes intérpretes vallenatos se encabezaran o tuvieran como título y tarjet de promoción, una canción que traía la simbólica credencial de haber sido ganadora de un festival, así no fuera de grandes pergaminos. Incluso, para algunas era suficiente “palanca” que ostentara el laurel como “finalista” de alguno de estos concursos. En los créditos de cada álbum se daba cuenta de este reconocimiento junto al título y nombre del compositor. Eso ayudó mucho a que canciones como  “Gitana”, “Nido de amor”, “El amor es un cultivo”, “Triste y confundido”, “Gaviota herida”, “Otra vez”, “Rio Badillo”,  “Mi dije de amor” o “Felicidad perdida”  recibieran, de entrada, el favorecimiento del público.