Abel Medina Sierra
Corriendo el riesgo que se me tilde de reiterativo, recalo en un tema que ya antes había tocado, aunque solo tangencialmente, en una de mis columnas. Se trata del destierro que ha padecido el tema del amor entre parejas, como motivo de las canciones inéditas que participan en los concursos de los festivales del género vallenato.
A finales de los 70s y durante los 80s, era común que las producciones musicales de los grandes intérpretes vallenatos se encabezaran o tuvieran como título y tarjet de promoción, una canción que traía la simbólica credencial de haber sido ganadora de un festival, así no fuera de grandes pergaminos. Incluso, para algunas era suficiente “palanca” que ostentara el laurel como “finalista” de alguno de estos concursos. En los créditos de cada álbum se daba cuenta de este reconocimiento junto al título y nombre del compositor. Eso ayudó mucho a que canciones como “Gitana”, “Nido de amor”, “El amor es un cultivo”, “Triste y confundido”, “Gaviota herida”, “Otra vez”, “Rio Badillo”, “Mi dije de amor” o “Felicidad perdida” recibieran, de entrada, el favorecimiento del público.