Abel Medina Sierra
Corriendo el riesgo que se me tilde de reiterativo, recalo en un tema que ya antes había tocado, aunque solo tangencialmente, en una de mis columnas. Se trata del destierro que ha padecido el tema del amor entre parejas, como motivo de las canciones inéditas que participan en los concursos de los festivales del género vallenato.
A finales de los 70s y durante los 80s, era común que las producciones musicales de los grandes intérpretes vallenatos se encabezaran o tuvieran como título y tarjet de promoción, una canción que traía la simbólica credencial de haber sido ganadora de un festival, así no fuera de grandes pergaminos. Incluso, para algunas era suficiente “palanca” que ostentara el laurel como “finalista” de alguno de estos concursos. En los créditos de cada álbum se daba cuenta de este reconocimiento junto al título y nombre del compositor. Eso ayudó mucho a que canciones como “Gitana”, “Nido de amor”, “El amor es un cultivo”, “Triste y confundido”, “Gaviota herida”, “Otra vez”, “Rio Badillo”, “Mi dije de amor” o “Felicidad perdida” recibieran, de entrada, el favorecimiento del público.
Ese valor adicional hoy está en total devaluación. Los intérpretes ya no van a los concursos de canción inédita porque saben que éstas muy poco le aportarán al éxito de sus producciones; ya nadie se pelea el derecho de grabar la canción ganadora así sea del Festival de la Leyenda Vallenata porque al público no le interesan canciones que sean un inventario de nostalgias del ayer, de fallecidos o de lamentos porque “se está muriendo el folclor”. Los festivales desde sus concursos de canciones inéditas, cada día distancian más a los compositores de los intérpretes y por lo tanto, del público.
Estoy muy convencido, que la culpa que los intérpretes ya no vean atracción en las canciones que participan en los festivales es por el sistemático destierro del tema de amor en los concursos y que esta política no explícita de expulsión nació en el Festival de la Leyenda Vallenata. Siempre aludo al investigador y escritor Emmanuel Pichón Mora cuando expresa que el festival de Valledupar tiene la paradoja de conservar algunas tradiciones e inventar otras que se convierten en canon. Una que se convirtió en canon, es la hoy muy desprestigiada “canción festivalera”, esa que es una letanía llorando por la contaminación del río Guatapurí o el Cesar, los músicos que ya murieron, los personajes emblemáticos del pueblo, las costumbres perdidas, la pureza en riesgo del folclor.
Roberto Calderón tuvo que ingeniárselas para “adobar” con esos imaginarios de identidad valduparense que se han convertido en cliché, para que una canción amorosa resultara finalistas en el Festival de la Leyenda Vallenata en su canción “El corazón del Valle”, lo mismo que Fernando Dangond Castro con “Nació mi poesía” o Gustavo Gutiérrez ganador con su “Paisaje de sol”. Hay que despojar a la canción de expresividad emotiva para cargarla de artificios que le gusten al jurado para poder recibir el preciado lauro de rey de la canción inédita en este y muchos festivales.
Wiston Muegus |
Por otra parte, autores como Wiston Muegues o Willian Campuzano son ejemplos de autores con poco reconocimiento en el mundo del disco, pero que se ganaron decenas de trofeos de festivales apelando a la misma fórmula de canciones que los demás compositores también repiten hasta haber desgastado el molde. Defiendo a autores que sin ser “mediáticos”, han dado muestra de creatividad y diversidad como Adrián Villamizar, pues no se trata de cuestionar a los autores festivaleros sino exigirles que se salgan de ciertas casillas rutinarias.
Se volvió tan común el canon que se fue copiando en casi todos los festivales, eso conspiró contra otro tipo de temáticas como la amorosa. Hoy en día, festival y tema amoroso son puntos casi irreconciliables. Algo que también juega a favor de estas canciones, es que los autores “cautivan” al público local apelando a referentes identitarios para que el aplauso termine presionando al jurado que cae víctima de esta manipulación.
Parafraseo a Alejo Durán quien dijo una vez que los temas de componer son dos: el amor y el desamor. Gran verdad del juglar pasero. No es que no exista el sentimiento amoroso en las canciones “festivaleras”, porque evidencian amor por la tierra, por las costumbres, la admiración por un personaje. Pero, la historia da la razón al principio que en la música popular el tema que más interpela al público es el que habla del amor de parejas, el sufrimiento, la traga, el despecho, el distanciamiento, la reconciliación. Es el tema más universal para cualquier manifestación artística, mucho más para la música, por lo tanto, no se debiera desechar en los concursos de canciones inéditas, solo evitar que se vuelva una letanía sensiblera o de vallenato llorón.
Ahora bien, cualquiera podría decir a favor de este destierro, que como en el plano de las grabaciones, el tema amoroso se ha vuelto hegemónico – la prueba que es el preferido del público- los festivales deben ser el reservorio de otros temas. Uno de los aspectos que más amenaza al vallenato es la pérdida de diversidad, y esta debiere darse tanto en lo comercial como en los festivales, no es poniendo barreras a este tema como se promueve ese rescate de la diversidad. Que hagan una censura implícita los medios es entendible, pero no instituciones como los festivales.
Frente a esta censura implícita, se presenta un círculo vicioso. Cuando se pregunta a los autores por qué no se presentan en estos concursos canciones de tema amoroso, estos dicen que porque los jurados después las descalifican, incluso, no pasan la preselección y no suben a tarima. Algunos jurados dicen que simplemente porque los autores no las ponen a concursar. Los organizadores les echan la culpa a los dos primeros. Sobre el particular, Efraín “El Mono” Quintero, vicepresidente del Festival de la Leyenda Vallenata dijo a este servidor: “En el Festival de la Leyenda Vallenata nunca se ha eliminado el tema del amor, todas esas cortapisas las han puesto los mismos compositores y muchos de los jurados, a pesar de expresarles que la composición es libre, lástima que por un oído les entra y por otro se les sale”.
Efraín "Mono" Quintero |
Lo anterior obliga a los organizadores de festivales, a la dura lidia de “desacostumbrar” a jurados a través de cursillos técnicos previos y de emitir comunicados que animen a los compositores; no a imponerles tema ni conducirlos a componer solo canciones amorosas, sino a explorar una mayor diversidad a la que nos están presentando. Desestimular ese, ya rutinario, formato de canción festivalera que ha hecho de nuestros cantos una fórmula artificiosa que únicamente responde a la inmediatez doméstica de ganarse un público local, un concurso y sin ninguna universalidad ni propósito distinto.
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