Por : Edgar Cortés Uparela
Artículo publicado en Lecturas Dominicales de EL TIEMPO el día 24 de abril de 1994
Lo que no imaginaban Juan y Rafael Ochoa Campo era que, cuando ellos salían a trabajar en el campo, su hermanito de 10 años, Calixto Antonio, trataba de descifrar los secretos del acordeón que tenían para amenizar sus parrandas.
La familia Ochoa Campo, conformada por César Salomón, María de Jesús y sus siete vástagos, estaba pendiente, como la mayoría de las familias de la bucólica Valencia de Jesús (Cesar), de cualquier oportunidad de trabajo en las labores agrícolas o ganaderas para procurar su subsistencia. No escapó a este destino Calixto, nacido el 14 de Agosto de 1934, y muy joven debió desplazarse a Valledupar para trabajar en la finca de Lucas Monsalvo, localizada en las cercanías del pueblo, donde debía levantarse a las tres de la mañana para cumplir su tarea diaria de ordeñar veinte vacas y situar la leche en Valledupar antes de las siete.
Inconforme con este tipo de vida, regresó a Valencia en 1952 y empezó de nuevo a ensayar en el acordeón la música de los dos únicos intérpretes de la región que habían logrado llegar al disco: Abel Antonio Villa y Luis Enrique Martínez. Alejandro Durán apenas empezaba a insinuarse. Como era natural, se esmeró por aprender las canciones de moda como La cumbia sampuesana, de Joaquín Betín, y Cabeza de hacha y su respaldo, La interesada, interpretadas por Noel Petro. La grabación de un disco ni siquiera pasaba por la mente de Calixto; era un sueño casi inalcanzable, pero, por lo menos, aspiraba a gozar de la fama de los buenos acordeoneros de la región, como Chico y Mauricio Bolaño y Fermín Pitre.
Pero del folclor no se podía vivir. En 1953 se fue con su cuñado Sixto Córdoba a trabajar en una finca que explotaba la madera con métodos rudimentarios, “a puro pulmón”, como dice Calixto. Sixto tenía un acordeoncito viejo recubierto de esparadrapos, el cual prestaba a Calixto para que perfeccionara su arte. El mal estado del acordeón hacía que fueran frecuentes las reparaciones donde Ismael Rudas, padre, en Caracolicito. Tanto vio Calixto al viejo Ismael reparar el acordeón que terminó aprendiendo los rudimentos de un oficio del cual tenía idea por haber visto de niño a su hermano Juan en estos menesteres.
Al cabo de seis meses atendió nuevamente el llamado de la música y se fue a Pueblo Bello, donde Rafael, su hermano, y consiguió que Rafael Mestre le vendiera un acordeón en buen estado por 70 pesos. Invirtió los 30 pesos que había ganado en el trabajo de la madera y quedó debiendo el resto. Ya con acordeón propio, el joven Calixto empezó a ganar sus primeros pesos tocando parrandas.
Por esas épocas fue obligado a casarse con una muchacha del pueblo, cosa que le acarreó graves conflictos internos, porque Calixto carecía de la madurez suficiente para afrontar esa responsabilidad.
Fue entonces cuando pasó por Pueblo Bello un grupo de “maromeros” que le propusieron unirse a ellos para animar su espectáculo, ofrecimiento que Calixto aceptó como un medio para escaparse de la realidad que estaba viviendo.
Recorrieron todos los pueblos de la zona y, en El Copey, conoció a su ídolo, Luis Enrique Martínez. Durante su permanencia en El Copey se encontró con el guitarrista Orlando Nola Maestre, quien lo invitó a conformar un grupo para buscar fortuna en otras regiones de la Costa. Resolvieron marcharse para San Jacinto, Bolívar, donde Nola tenía un hermano llamado Buenaventura, que ejecutaba el acordeón. Para la gira integraron al conjunto a un guacharaquero llamado “Chu” Castrillón.
Llegaron a Barranquilla en los albores de 1955, donde ya eran famosos Romancito y Aníbal Velásquez. Aníbal acogió a Calixto con simpatía y lo llevó a su casa. Después de dos semanas de rebusque en Barranquilla, el grupo decidió que era hora de proseguir la gira y partieron para San Jacinto.
En San Jacinto se ganaban la vida tocando serenatas –en las que no faltaba el bolero "Cosas como tú"– y rebuscándose en las fiestas de los pueblos de la región, siempre a pie, porque los carros eran escasos, lo mismo que las vías de comunicación. Cuando faltaba el trabajo se iban para Las Palmas, corregimiento de San Jacinto, donde algunos parranderos con solvencia económica los ayudaban.
Después de algún tiempo, Nola y “Chu” regresaron a su tierra y Calixto tomó la decisión de su vida: se quedó en la sabana. Como su negocio era la música, formó conjunto con Rafael Díaz “El mocho” –cajero que tocaba con Buenaventura Nola Maestre– y Ramón Vargas (el Compadre Ramón de La Hamaca Grande) como guacharaquero. Ramón Vargas llegaría a ser, después de aprender de Calixto, uno de los técnicos de acordeón mas respetados nacionalmente. El nuevo conjunto recorría los pueblos aledaños ganándose la vida tocando en corralejas, fiestas patronales, parrandas y en cualquier parte donde hubiera trabajo. Pasado algún tiempo se retiró Ramón Vargas y lo reemplazó Liborio Reyes, oriundo del Carmen de Bolívar.
Calixto no tenía paradero; de acuerdo con la oferta de trabajo, se radicaba un tiempo aquí y otro allá. Fue en el Carmen de Bolívar donde un odontólogo agradecido le obsequió los implantes de oro que lució mucho tiempo en su dentadura.
En Valencia de Jesús daban por muerto a Calixto luego de su desaparición por tanto tiempo. El viejo César Salomón decidió un día cualquiera seguir las huellas de su hijo, lo encontró y regresó con él a Valledupar, pero sucedió algo inesperado: la primera noticia que Calixto recibió fue que la muchacha con quien habían casado vivía con otra persona. Calixto se sintió liberado de los sentimientos de culpa que lo agobiaban y poco después regresó a la sabana, a reencontrarse con sus compañeros.
En el año 1956 fueron a dar a Bajogrande, corregimiento de Sahagún, donde vivía Hugo Rivera –quien posteriormente sería corista del conjunto– y su familia. A esa población llegó Rafael Morales, chofer del Ministerio de Obras, quien pretendía a una tía de Hugo, y prometió hacer las diligencias para que el conjunto se presentara en Radio Sincelejo, la única emisora de la región. Morales no olvidó su ofrecimiento y logró que los dueños de la emisora aceptaran presentar a Calixto y su conjunto, para lo cual se dio a la tarea de localizar a los trashumantes músicos. Al fin los encontró en Macaján, cerca de Toluviejo, Sucre, y les dio la buena noticia. Empacaron entonces sus escasas pertenencias en unas bolsas grandes de papel que llamaban “bolsas de manigueta” y se fueron para Sincelejo, pero la alegría les duró poco, porque la presentación no pudo realizarse; el conjunto, entonces, aprovechó la coyuntura y se radicó en Sincelejo.
Pero la constancia vence. En 1956 fueron aceptados para hacer presentaciones en Radio Sincelejo, las cuales eran cada vez más frecuentes.
En el año 1957, en una de sus presentaciones, se le acercaron dos señores que elogiaron su actuación y le preguntaron si tenía composiciones propias, ya que sólo interpretaba la música de Luis Enrique y la de Alejo Durán. Calixto se atrevió al fin y les mostró "Lirio Rojo" y "La sobrina de mi compadre".
Los personajes mencionados eran Roberto y Raúl de la Barrera, quienes le propusieron vincularse a su sello de grabación, ECO, ofrecimiento que Calixto aceptó de inmediato, firmando un contrato de exclusividad por tres años y el pago de cincuenta pesos por disco grabado, pagaderos tres meses después del lanzamiento del disco.
Viajó Calixto feliz a Cartagena a realizar su primera grabación, la cual se hizo en una pequeña grabadora de carretel en Emisoras Fuentes. Grabó "Lirio Rojo" y "La sobrina de mi compadre", al tiempo que otro colega, César Castro, con Santiago Vega, grababa "La muerte de dos hermanos". El éxito fue inmediato.
A raíz de la gran acogida que tuvieron sus grabaciones, se unieron Calixto y César Castro, quien tocaba la guacharaca y cantaba algunos temas. En la caja seguía acompañándolos el fiel "Mocho".
Como los éxitos de César Castro seguían, Toño Fuentes se interesó por él y lo contrató para grabar en su estudio del barrio Manga, en Cartagena. César solicitó entonces a Calixto que interpretara el acordeón en la grabación, a lo cual éste se mostró reticente por los problemas legales que pudiera acarrearle con el sello ECO. Intervino entonces Toño Fuentes, quien le propuso que grabara en secreto, sin aparecer en los créditos, cosa que fue aceptada por Calixto. Corría el año 1958.
Cuando llevaban ocho temas grabados, Toño felicitó a Calixto y le solicitó que le presentara algunas de sus composiciones. Le mostró entonces "El niño inteligente". Toño miró fijamente a Calixto y le dijo: “tócame otra” y así le mostró "El mujeriego" y luego "Mirando para abajo".
Toño Fuentes, famoso por su olfato comercial, intuyó inmediatamente el filón que representaba Calixto Ochoa, por lo cual le solicitó que grabara seis temas, los cuales lanzaría al mercado sólo después de solucionar su situación contractual con ECO, diligencia que acometió inmediatamente.
El trabajo de Calixto se convirtió en un éxito apoteósico en toda la costa.
Ante la contundencia de los resultados, Toño ofreció a Calixto un contrato de exclusividad que le garantizaba un pago de ciento cincuenta pesos mensuales y cien pesos por cara de cada disco grabado. Eran los tiempos de los discos de 78 revoluciones. Nunca soñó Calixto una paga semejante.
En el año 1959 firmó contrato con Discos Fuentes y empezó su exitosa carrera, con reiteradas renovaciones de contrato cada dos años. Para esa misma época, Discos Fuentes trasladó su sede a Medellín y montó el estudio de grabación más moderno de Colombia con cuatro canales.
Ya con prestigio en el ámbito musical, Calixto era requerido en todas las corralejas que se celebraban en la costa. En una ocasión, estando en Cereté, se le acercó un muchacho de cachucha y pantalones “coge puerca”, como llamaban a los pantalones que se quedaban cortos a causa del crecimiento. El muchacho, nada tímido, le dijo a Calixto que él tocaba acordeón, que lo integrara al conjunto como ayudante. Al ver su interés, Calixto lo acogió y lo instaló en un cuarto de la casa donde vivía en Sincelejo. Como no tenía acordeón, Calixto le facilitaba el único que poseía para que el muchacho se ganara sus pesos; ese muchacho era Alfredo Gutiérrez.
En el año 1960, con ocasión de una grabación, Calixto y César Castro se llevaron a Alfredo para presentarlo a Toño Fuentes. Toño lo escuchó y convino en que tocaba bien, pero se negó a grabarle aduciendo que el suyo era un negocio y que no podía exponer capital en desconocidos. Ante la insistencia de Calixto y César, Toño se transó en que ejecutara el acordeón en la grabación de seis números de doble sentido que grabaría Calixto para compensar la salida de Peñaranda del sello Fuentes.
Para la siguiente grabación, en 1961, nuevamente lleva Calixto a Alfredo y fue entonces cuando a Toño Fuentes se le ocurrió la idea de hacer un conjunto de grabación que integrara a todas sus estrellas del acordeón con un nombre diferente, a semejanza de lo hecho por la Sonora Matancera: nacieron entonces Los Corraleros de Majagual, integrados por Calixto Ochoa, César Castro, Lucho Pérez y Alfredo Gutiérrez.
De la mano de Calixto Ochoa grabó entonces Alfredo Gutiérrez su primer disco en 78 revoluciones, el cual, por una cara tenía el porro Majagual, tema de Alfredo; y por la otra, La ombligona, tema de Calixto, cantado por él mismo y acompañado por Alfredo en el acordeón.
Posteriormente desfilaron por la agrupación importantes personalidades de la música popular colombiana, como Lisandro Meza, Tony Zúñiga, Chico Cervantes, Julio Erazo, Julio Estrada "Fruko" y Eliseo Herrera, entre otros.
En el año 1970 el maestro Calixto Ochoa, acompañado en la guacharaca por su sobrino Eliécer Ochoa y en la caja por el sampuesano Olimpo Beltrán, gana el tercer Festival Vallenato con la aclamación del pueblo de Valledupar.
Calixto Ochoa pertenece al selecto grupo de compositores clásicos de la música popular colombiana con temas que enriquecen el cancionero latinoamericano.
Para finalizar la conversación con el maestro Calixto Ochoa le pregunté por la historia de "Los sabanales", una de sus más celebradas composiciones.
Mira hacia la sabana sucreña y empieza a pintar esos paisajes, exactos, como son:
Aparece un hacendado en la garita de una corraleja en San Benito Abad, Sucre, donde tocaba, y lo contrata para poner una serenata a su mujer y su hija.
Montan los caballos que les ofrecen y llegan a la finca donde, después de la serenata, se arma la fiesta. Calixto se fija en la bella hija del anfitrión y queda prendado de sus encantos. Al día siguiente, más por guayabo sentimental que etílico, empieza a desgranar sus versos: " Cuando llegan las horas de la tarde que me encuentro tan solo y muy lejos de ti, me provoca volver a los guayabales de aquellos sabanales donde te conocí".
En ese momento pensé que el gran maestro Calixto Ochoa, nacido en Valencia de Jesús, Cesar, se nos había vuelto más sabanero que un conejo.
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