Por: Abel Medina Sierra
Juancho Rois, el rey del pique |
Mientras escucho “La morriña”, paseo de Diomedes Díaz con el canto edulcorado de Juan Piña y ese despliegue birrioso de notas de Juancho Rois, se me ocurre escribir estas líneas lamentando la pérdida de un estilo que tuvo su época bonancible a inicios de los años 80´s: el acordeón picado.
En esa época, ocurrió la más fecunda eclosión de acordeoneros del vallenato, era el boom del pique. Fue un estilo que tuvo su sustrato en el acordeón picado, de transportes, entrecruzamiento de la lira y los bajos que fue el legado de Luis Enrique Martínez. Por algo lo llamaron “El Pollo Vallenato”, por su estilo que llaman “picado”. También se tomó del tono festivo y rápido que imprimía Alfredo Gutiérrez y del cual bebió Emilianito Zuleta e Israel Romero.
Pero fue precisamente Israel quien fundó la escuela del pique, la generación que nunca ha sido superada en la historia del vallenato. Siguiendo su estilo emergen años después Juancho Rois, Pangue Maestre, Jesualdo Bolaños, Julio Rojas, Gabriel Julio, Héctor Zuleta, Pacho Rivera, Alonso Gil, Omar Geles y a ésta se unió alguien que venía de la de Alfredo Gutiérrez: Ismael Rudas entre otros.
Es un principio en la música que toda innovación causa resistencia inicial, por ello quienes venían de la escuela hegemónica del mismo Pollo Vallenato como los Hermanos López, Colacho Mendoza o del estilo de Alejo Durán, comenzaron a llamar a este estilo despectivamente “firi firi”. La rapidez vertiginosa en la digitación, el transporte de los dedos entre una hilera y otra, la armonía que hacían con los bajos, la variedad melódica, las “fajadas” en los interludios y el embellecimiento de la canción con arpegios y arreglos de gran virtuosismo es la marca de esta escuela.
Por ese estilo “picado” se comenzaron a asociar estos acordeoneros con los gallos de peleas o todo lo que, semánticamente, se asociara a lo que pica: “Pollo Isra” Romero, “Pollo Isma” Rudas, el “Canaguey” Maestre, “Pollito” Herrera, Emiliano el “Gallo papujo”; “La potrocita” o “La pringamosa” Juancho Rois.
Fue Juancho Rois quien llevó este estilo a la orilla del virtuosismo, él fundó el formato de la “canción concierto” en la cual el protagonismo no estaba en la lírica ni en el canto sino en la capacidad musical del acordeonero, en el pique. Ejemplos de esto son “El mejoral”, “Condición de un parrandero”, “La fuetera”, “La morriña”, “Parranda, ron y mujer” o “El desquite”. Vale decir que para ese tiempo Emilianito Zuleta con “Olvídame” había ´puesto la primera plana.
Israel Romero, pionero de la escuela del pique |
Estas joyas antológicas sirvieron de referentes para otras canciones con exuberante despliegue de notas como “Las mujeres cambian”, “Pa las mujeres”, “ Canto a mi tierra”, “Canción a las mujeres” de Israel Romero, “Pedazo de acordeón”, “Siempre pienso en ti”, “Interesada”, “Dizque el rey de las mujeres” y “La niña esquiva” de Pangue Maestre; “Se acaba mi pueblo” o “La niña Rosa” de Ismael Rudas; “La campesina” de Héctor Zuleta, “Dame negra” de Alonso Gil, “El niño bonito” de Beto Villa o “Siempre contigo” de Julio Rojas, entre muchas otras joyas en las que “se fajan” estos acordeoneros.
Era tanta la inclinación de estos acordeoneros para complacer al público con todo un surtido de arreglos y pases, que los cuatro o cinco minutos que duraba una canción en el disco no eran suficientes: había que ir a la caseta para verlos en plena faena. Una muestra de esto es la versión antológica de “La contra” y “La gordita” de Juancho Rois con el conjunto de Jorge Oñate en las que las versión acústica es más recordada por los melómanos que la acustemática (po grabada).
Con los años 90´s, con el advenimiento del vallenato sensiblero que contagió a Omar Geles y a Israel Romero, la muerte de Juancho Roys, las intermitencias de Pangue Maestre, la entrega al cristianismo de Jesualdo Bolaños, el estilo del pique fue cediendo a otro más lento, predecible y menos festivo.
Se vino luego la Nueva Ola, la que parte del hamaqueo que dejó como legado Juancho Rois pero sin esa explosión de notas, arreglos y piques del genio de San Juan. Los “jamaqueadores” de ahora tienen un estilo alegre, muy rítmico y bailable; pero una frase musical muy discontinua, fragmentada que les impide el lucimiento con los pitos. Los bajos poco lo usan y sobre todo, no “pican” porque todo el protagonismo se lo lleva el cantante. Si pican, se pone celoso el cantante porque le están robando show.
Quizás la pérdida de protagonismo del acordeón en la tarima vino con figuras tan idolatradas como Diomedes Díaz. Si recordamos, ese pique frenético que Juancho Roys lucia en presentaciones con el grupo de Jorge Oñate, se apaciguó con el Cacique pues éste no toleraba que le disputaran su protagonismo ególatra. El corista Álvaro Molina “Chamorrito”, me confesó cierta vez lo que ocurría tras bambalinas: cuando Juancho “se fajaba” Diomedes le decía en tono bajo pero enfático “fuera de firi firi, fuera de firi firi”.
Con la emergencia de nuevos ídolos como Silvestre Dangond (el primer cantante vallenato que invisibilizó a su acordeonero en la denominación del grupo y en la carátula), Peter Manjarrés o Jorge Celedón, el acordeonero cada día pierde su espacio de lucimiento como son esas fajadas que tanto nos gustan y que evidencian su potencial y conocimiento del acordeón.
Por todo esto, el pique parece cosa del pasado. Cómo añoramos a Juancho.
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