Por Abel Medina Sierra
En días pasados, el maestro Adolfo Pacheco me enteró de la muerte de José De La Cruz Rodríguez Marrugo, ocurrió el 27 de mayo, precisamente dos días antes de la conversación con Pacheco en una parranda en Valledupar. De La Cruz, fallecido en Barranquilla, fue tres veces Alcalde de San Jacinto, Bolívar, donde fue un gran mecenas de músicos locales el autor de “El mochuelo”, “La hamaca grande” y “El viejo Miguel”. Ambos se alcahueteaban algo más que la música: las travesuras amorosas.
Ese día, Adolfo Pacheco comentaba, nostálgico, que De La Cruz había llegado de Malagana con las cuadrillas de obreros que pavimentaron la carretera y allí se enamoró de la agraciada e indómita Carmen García que provenía de una familia respetable en el pueblo. Se encontró “el hambre con la comida” pues De La Cruz, al ganar prestancia económica y política se convirtió en un desaforado y promiscuo picaflor.
El periodista sanjacintero Alfonso Hamburguer lo describía como una “especie de dictador Caribe, hombre de apariencia dura, pero bonachón y risueño, sin poca formación, que administraba al pueblo en forma elemental, aplicando la lógica que le brindaba su experiencia y sabiduría popular”.
José De La Cruz pasó a la historia más por el suceso ocurrido con su esposa en San Jacinto que por sus ejecutorias como burgomaestre. Adolfo Pacheco recogió estos hechos en una de las mejores crónicas cantadas y excelsos merengues del género vallenato, que lleva el nombre del barrio “Gallo Bueno” donde ocurrió la peculiar historia de cachos, tiros, gente despavorida, atentados a la autoridad y sanción. La canción es una joya antológica, además, explora la polifonía, es decir, un diálogo entre el autor y el protagonista, en este caso el Alcalde o la presencia en un mismo relato de más de una voz narradora.
Estaban en el barrio Gallo Bueno, un sector donde los hombres “de bien” del centro se iban en busca del “mal”, encarnado en las mujeres voluptuosas sin que el chisme se regara entre la crema y nata y terminara maculando su nombradía. Se divertían entre parranda, tragos, música y mujeres cuando Adolfo alerta al Alcalde al divisar a la esposa de éste:
José de la Cruz hermano (Bis)/ Alista la Policía
Que ahí viene Carmen García/ Con un revolver en la mano
Viene con gafas negras/ Para ocultar el dolor
Que por culpa de los celos /Le rompe su corazón
Y me hace pasar la pena/ Gritándome a boca llena
Espérame ahí, traidor/ Y me hace pasar la pena
Gritándome a boca llena/ Espérame ahí, cachón
Haciendo uso de la retórica, la demagogia y yoda la sarta de argumentos que le habían favorecido con el voto popular, el mandatario quiso convencer a su enfurecida dama a quien se dirige ahora:
Escucha, Carmen García/ Escucha, Carmen García
Puedes preguntarle al Negro/ Solo voy a Gallo Bueno
Por tomar cerveza fría/ Cuando en el hospital
Le partí el gancho a la muerte/ Dije que mi corazón
Era de ti para siempre/Te juro que no he pecado
Que lo diga Cirujano/ Un cura casto y prudente (Bis)
El compositor retoma la trama narrativa y le pone dramatismo al asunto ante la reacción de la celosa mujer, la huida de algunos parranderos y el pánico del mandatario:
Como fierra acorrala'a /Como fierra acorrala'a
Dos tiros hechó pal cielo/ El barrio de Gallo bueno
Perdió la tranquilidad/ El Negro y Nicolasito
Se ocultaron en la loma/ Cuenta que José Domingo
Voló como una paloma/ Pero dentro de la casa
Estaba Rodrigo Barraza/ Que compuso la maroma (Bis)
Como Alcalde te prohíbo (Bis)/ Usar pistola en el cinto
En Colombia en San Jacinto/ Es material subversivo
Una multa de cemento /Mañanas vas a pagar
Por intento de homicidio / A la primera autoridad
Como de vergüenza peno/ Al barrio de Gallo Bueno
Lo voy a pavimentar (Bis)
El corolario de la canción la hace Adolfo Pacheco en su versión original de la canción “Y lo pavimentó”. El suceso de “Gallo Bueno”, que ha sido grabado además por intérpretes como Ivo Díaz y Osnaider Brito, es un ejemplo de la veleidad y desafueros de un Alcalde pero también de la forma como en los pueblos de Macondo se administra lo público sin deslindarlo de lo privado: la multa que salió de su propio bolsillo- o del presupuesto del Municipio que a veces es el mismo como en el cuento de García Márquez- sirvió para pavimentar el barrio y lavar así la afrenta. Al menos De La Cruz con la obra supo resarcirse del escándalo y la canción lo redime a él por lo que siempre será recordado. Alcaldada y todo por la forma tan particular de ejecutar su presupuesto; pero, ojalá cada mandatario municipal pagara sus afrentas y las de sus familiares con obras de pavimentación. Esta vez, José De La Cruz Rodríguez no pudo partirle el gancho a la muerte.
Publicado en Diario del Norte ( 16, 06, 2015)
me podrías decir donde puedo en contra mas de la historia por que voy hacer un proyecto para el colegio pero no e podido con seguir mas de la historia.
ResponderBorrarsaludos desde el interior ... que bonita historia
ResponderBorrarCuando tenía 13 años escuché la historia de boca de los dos protagonistas, ya mayores en ese entonces. Fue una experiencia maravillosa cuando me contaron yo aún no había escuchado la canción.
ResponderBorrar