Abel Medina Sierra
Publicado en Diario del Norte 28, 09, 15
En las últimas semanas se ha comentado mucho y se han calentado “refritos” mediáticos que tienen al afamado y polémico cantante guajiro Silvestre Dangond como protagonista. Esta vez se trata de sus comentarios, como siempre, fuera de mesura y tono, en los que toma partido hacia ciertas figuras del escenario político nacional. Esta vez, se presenta a Dangond Corrales como promotor de la extrema derecha y su máximo adalid como lo es Álvaro Uribe Vélez.
Se han vuelto virales algunos videos en los que Silvestre, durante un concierto en Envigado y mientras interpretaba la canción “Lo ajeno se respeta” expresa e incita al público a corear: Pa´ que sepa, pa´ que sepa que Uribe se respeta”. En otro concierto expresó: “lastimosamente aquí en Colombia estamos pasando momentos difíciles, que vuelva Uribe y ordene esta jodi´a’”.
No es raro que los cantantes vallenatos expresen públicamente, en grabaciones y presentaciones, sus preferencias políticas y pidan votar por sus candidatos amigos. Lo que llama la atención en este caso, es que se trate del mismo ídolo popular que en los años 2011 y 2012 se consideraba el emblema artístico del chavismo en Venezuela. El mismo cantante quien cerraba tales campañas, quien llegó a llamar uno de sus álbumes “La revolución” y uniformó a sus seguidores en ambos países con el color rojo del chavismo. En ese entonces Silvestre hacía repetir como consigna a sus seguidores desde la tarima “En Venezuela: Chávez; en Colombia, Silvestre”. El mismo Hugo Chávez lo invitó al programa Aló Presidente como a un” camarada bolivariano” y quien en un concierto trató de “gringo malparido” al presidente de los Estados Unidos en abierta demostración izquierdista.
La incoherencia ideológica del ídolo de juventudes, se comienza a desnudar cuando en el 2013 lanza su álbum “La novena batalla” en la cual aparece como un “Rambo”, con prendas y armamento militar, mencionando lemas del ejército colombiano como “misión del deber” y puestas en escenas con motivos milicianos. Esta nueva imagen del cantante y su adhesión a la causa uribista ha hecho que columnistas como Fabio Andrés Olarte publicara en “Las dos orillas” artículos como “Silvestre Dangond: el paramilitar del vallenato en el que expresa que el urumitero ‘Sueña con ser una suerte de justiciero con un fusil en la mano’.
El desencanto repentino del sueño anti-imperialista así como la incoherencia de su paso a la extrema derecha en Silvestre Dangond sirve como ejemplo de la participación de los jóvenes en la política en tiempos de postmodernidad. En el imaginario de muchos queda a la nostalgia de una juventud de los 70´s con su imagen comprometida y contestaría. La década de los ochenta nos presenta una juventud que se adormece, la “década perdida” para muchos, mientras que en los noventa el panorama mundial sufre profundos cambios, mundialización y masificación de las culturas, globalización de la economía, pérdida de peso simbólico por parte del Estado que pasa al manejo de la industrias culturales, descrédito de los partidos políticos. Los jóvenes ante esto se refugiaron en una introspectiva más alineada a la posmodernidad: individualismo, consumismo, una supuesta apatía, desilusión y hasta incoherencia; es lo que en el imaginario caracteriza a la generación de comienzo de siglo.
El nuevo paradigma se construye a partir de discursos sobre el narcisismo y el individualismo como lo pregona Silvestre, y que se identifican como los valores que priman en las sociedades actuales en detrimento del compromiso y la solidaridad social. La falta de compromiso de los jóvenes se aprecia así como una actitud hacia la vida más ligada al disfrute que a la responsabilidad social. Los jóvenes quieren expresarse y acuden a lo más próximo, no importa las contradicciones, se da una incoherencia de las selecciones coma pasar de Chávez a Uribe, un situacionismo paradojal, una juventud desencantada sin sueños románticos emancipadores.
Los jóvenes actuales son blanco de la ofensiva consumista de las industrias culturales y algunos territorios juveniles, antes contraculturales y alternativos han sido apropiados y reciclados como productos de mass medias, llevándolos a una “no participación” política, desechando su carga crítica y de espacio de propuesta. La juventud contemporánea poco se expresa a través del voto y del activismo político, pero si a través la anarquía, el fanatismo hacia representantes de la frivolidad como Silvestre o Justin Bieber, los consumos culturales, la búsqueda de alternativas y los compromisos itinerantes.
El tema político como la canción protesta se esfumó en la canción vallenata como en otros géneros de la música popular, los estilos juveniles con la yuxtaposición de imágenes contradictorias como el rojo chavista con la estampa paramilitar colombiana son síntomas de una juventud que desde el desencanto político toma cualquier bandera así no sean coherentes como el regguetonero afro y puertoriqueño que se hace llamar Víctor “El Nazi”.
Silvestre en una de sus entrevistas llegó a decir: 'Cuando uno tiene un micrófono en la mano, tiene un arma, compadre'. Esas mismas armas son usadas doblemente en estos días de efervescencia política, los uribistas para ganar votos y los anti uribistas para cuestionar al cantante quien, de pronto, termine algún día pidiendo votos para Petro.
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