lunes, 10 de noviembre de 2014

GUSTAVO GUTIÉRREZ CABELLO Y EL ESPÍRITU DE SUS CANCIONES



Por: René Arrieta Pérez 

Tomado: Revista Desarrollo Regional y Competitividad. Centro de Estudios para el desarrollo y la competitividad. Cámara de Comercio de Cartagena. 2013.  

Gustavo Gutiérrez Cabello, poeta y compositor, es sin lugar a dudas un gran reformador de la canción vallenata. Él bebe de la tradición, recibe influencias distintas a esta tradición y la pone a andar por otros rumbos, ignotos al principio pero familiares en nuestro presente. De ese modo, dotó a los aires vallenatos de un vigor y un espíritu lleno de poesía, e instaló una formidable obra de arte. Trataremos del autor como sujeto creador, generador de canciones y la relación con su obra, y lo haremos con una mirada que ausculta desde los conceptos de la filosofía, para interpretar a partir de la concepción de Martin Heidegger, y en especial, de los puntos que expone el filósofo de Messkirch, Alemania, en su ensayo El origen de la obra de arte. 



El pensador alemán en su libro Ser y tiempo nos ilustra acerca del abandono del ser, y es justo y preciso, que acudamos a El origen de la obra de arte para desentrañar los misterios que rigen en las relaciones del creador y su universo, máxime cuando nos encontramos con la obra del instaurador de un nuevo orden estético, don Gustavo Gutiérrez, y un universo, que no abandona al ser para generar su obra, sino que apela a él para concebirla. Accede a un misterio, lo desentraña y desnuda, lo desoculta. Se convierte en una especie de iniciado. Rasga a Isis el velo.
Y no es que sólo Gustavo Gutiérrez sea el único que des-oculta, hay una lista, y grande, de virtuosos, pero Gutiérrez, al igual que el patriarca Moisés ante los magos del Faraón, se diferencia de ellos por la abundancia de sus milagros y calidades de los mismos, además de ser Iniciador de iniciados. No obstante, hay que mencionar a autores de una altísima calidad, unos con producción abundante, otros, con una producción más escasa, entre ellos, podemos citar: Fredy Molina, Rosendo Romero, Fernando Dangond Castro, Santander Durán Escalona, Octavio Daza, Tomás Darío Gutiérrez, Nicolás Maestre, Mateo Torres.
Iniciado, iniciador. Desde luego, es él el iniciador del vallenato romántico como tal, dado por descontado que ya se encontraban elementos de lirismo y de vetas románticas en autores como Tobías Enrique Pumarejo (Don Toba), Juancho Polo Valencia y Leandro Díaz, entre otros. Nos dice Gustavo Gutiérrez:

Ya existía ese romanticismo, existió toda la vida… Me arropé con las letras de mis canciones y le metí unas melodías más largas. Alicia Dorada, qué canción más romántica que esa canción de Juancho Polo Valencia: es un canto quejumbroso que brota de la raíz más profunda del alma, y es un dolor agónico, podría yo decir. (Urango, Juan Carlos y Arrieta, René. Entrevista a Gustavo Gutiérrez. Música del Patio. UdC Radio. Cartagena de Indias, 2013).

Una deuda o reconocimiento que los discípulos hacen a su maestro la encontramos en los versos de Mi primera canción, de Rosendo Romero: “Me fui siguiendo el estilo / del gran Gustavo Gutiérrez, / Me fui siguiendo el estilo / del gran Gustavo Gutiérrez / por ser romántico y sentido / cuando cantaba penas y placeres…”. Los versos de Rosendo Romero son claros para reconocer el estatus de Gutiérrez Cabello en un proceso iniciático en la creación lírica del vallenato.
Reconocimiento de un estilo, de un estado y de una forma, de un nuevo espíritu en la canción para continuar indagando, explorando, aportando a esa nueva visión dentro de una tradición. Recordemos que el romanticismo, generador de muchos espíritus inquietos, complejos, que sondean en el alma humana para traer de ella la expresión del dolor, la profundidad, el misterio, la lejanía, lo insólito. Donde se viaja en una especie de exilio interior, de pérdida de la patria. El hombre romántico es un hombre conmovido, que espiritualiza la naturaleza y transita por regiones del alma, donde ésta atisba, y expresa con conocimiento y de manera lógica el pensamiento de esos mundos. De lo más denso y complejo que se encuentra en grandes poetas románticos alemanes, ingleses y europeos, referenciamos en Colombia una voz romántica en la literatura como es la de Jorge Isaac con su novela La María, donde los críticos reconocen un verdadero hito en las letras de América, hasta llegar a la canción vallenata que engalana el género con verdaderas joyas de la canción, y entre los autores que la cultivan, un nombre muy especial, el de Gustavo Gutiérrez, el iniciador de los románticos cantores.

Quintero y Jiménez (2003) abordan la obra de Gustavo Gutiérrez y la insertan en la lírica hispana derivada del romanticismo y ven en él a un auténtico revolucionario de la música de acordeón colombiana. En cita de Urango (2011).

Ya situado el poeta del Valle en un contexto en la música, agucemos la mirada.

Dos grandes conceptos heideggerianos nos servirán para abordar al poeta y su obra, y los secretos hilos que urden esa relación entre ellos: erigir una obra y el desocultamiento de la belleza. A partir de esos elementos el autor va a construir su universo y a insuflarle un espíritu que lo identifica y lo posiciona e instala como ser ahí, y le imprime su particular carácter. Pero qué es espíritu. Para definir espíritu y clarificar lo que pretendemos decir con “El espíritu de las canciones”, tomaremos las acepciones 6 y 7 de la definición que da la RAE: 6) Ánimo, valor, aliento, y 7) Vivacidad, ingenio.
Ánimo, del latín anĭmus, y éste a su vez del griego ἄνεμος soplo). Ánimo es entonces el espíritu o alma en cuanto principio de la actividad humana. En este caso, de la actividad artística de arrancar belleza para situarla en la canción. Ese aliento que lleva y expresa, con vivacidad e ingenio. Es, en últimas, el soplo verbal del artista para darle forma, orden y vida a su creación.
En filosofía, el espíritu es la potencia de pensar, en tanto que accede a la verdad.
(Comte, 2005). Para San Agustín, el alma tiene sus potencias, entre las que cuenta la memoria, el conocimiento y la voluntad. Un juego ordenado entre ellas representa el mundo del sujeto. Eso, por lo menos nos confiesa el sabio obispo de Hipona. Y acudimos al alma por la relación unitiva con el espíritu, mediada por el hombre, y a pesar de las diferencias que han establecido los distintos sistemas filosóficos. El eidos, que es lo que se ve, en filosofía, en Gustavo Gutiérrez, es el espíritu agudo que ve la esencia de las cosas y las expresa, describe y las hace objeto de sus versos en sus cantos.
Tenemos entonces, que: El espíritu de las canciones de Gustavo Gutiérrez es la aventura vital implícita en su obra y que vuelve a vivir quien vive nuevamente el disfrute de sus canciones aguzando los sentidos con los elementos de un Paisaje de sol; rememorando Parranda inolvidables; Es quien asiste ante una dama, en un momento determinado, para hacerle saber sus condiciones (Mis condiciones), y de toda la carga simbólica de la representación de hechos y vivencias que enmarca sus vidas y amores; es la expresión condensada en la inflexión de un verbo, y manifiesta que “Llorará”, tras el consecutivo dolor a su partida, y tras esa partida paralela, turbulenta e impetuosa / como río corriendo hacia el mar sin que nadie lo pueda detener, anuncia el retorno que habrá, la vuelta a esa partida cuando el transcurrir del tiempo destruya el imperio del querer, y el signo celestial de un lucero así lo indique, de manera oportuna y propicia.
El espíritu de sus canciones, es ese que busca la nota triste de un acordeón para manifestar la búsqueda de un amor por una senda tortuosa, ya cara a sus antepasados; es ese mismo espíritu de sus canciones, el que en Calma mi melancolía, con el desahogo que anuncia murmullos y palabras que se acercan para decirte cosas acerca del amor y el dolor, y de charlas pasadas. Ese espíritu, es el mismo que percibe lo perturbada que estás por amor y te lo dice: “Se te nota en la mirada”. El espíritu de las canciones de Gustavo es el que regala sus canciones cuando siente y ve el mundo de forma tranquila y con amor; así de manera generosa, las regala, aunque advierte que en ellas existen momentos en los que duelen sus tristezas y verdades pasadas. El espíritu de las canciones de nuestro poeta es el que asoma en una herida del alma que nunca cicatriza, y permite que le marque una pena infinita, y lo acicatea a la búsqueda de un lugar ideal, sin odios, y manifiesta vivir con intensidad el instante en esa búsqueda a contra reloj, de tiempo corto en medio de ansias largas por vivir. Y en medio de la carrera, surge la hipotética posibilidad de si lleno el alma, si lleno el alma de eternidad, pero sólo le asiste el recuerdo triste de momentos felices.

El Cariño de mi pueblo habla del espíritu de las canciones de nuestro poeta cuando pasan los años y éste comprende que lo más bello es regalar ternura y sentir el cariño de los amigos y la gente de su pueblo, y cuando habla del renacer de su alegría, de su verso de esperanza en el aliento de su alma y de la pretensión de libertarse de la tristeza. Espíritu hecho canción de quien canta triste en el Valle, el del cantar herido.
He ahí en su sollozo el espíritu de sus canciones.
El espíritu de sus canciones es ese que alienta las notas, los versos y amores, los Rumores de viejas voces que se citan en el recuerdo, el que establece los lindes de lo que hubo y había y lo que está surgiendo y será; el espíritu de las canciones de Gustavo es el que pide que le digan a Poncho que allí le manda su despedida. Y anuncia que ya no le queda nada, que su voz se calla herida, porque los Amores que van y vienen marcan, alegran, entristecen, y que en el silencio oculta amargas realidades.
Es ese espíritu que canta sus recuerdos, amores en un viejo ventanal y los enmarca así en Ventana de mis sentimientos. Es ese mismo espíritu que se presenta ante su amada diciéndole que viene sangrando, herido por culpa de una espina, “La espina” que halló en el camino. O ese espíritu que en Confidencias pide a su amada que no lo olvide. Es también ese espíritu que canta que es como gaviota que se va volando por el ancho cielo… Suspiros del alma, es el espíritu que en la canción refleja destellos de una gran pasión, cuando el alma sufre, cuando el alma llora.
Entonces, el espíritu de las canciones en Gustavo Gutiérrez es toda esa fuerza expresiva, llena de sentimientos que nos transmite en sus canciones.
Pero vayamos al origen que prefigura, dimensiona y forma ese espíritu. Cuando el filósofo alemán, Heidegger afirma e indaga sobre el origen de la obra de arte, dice:
Origen significa aquí aquello a partir de donde y por lo que una cosa es lo que es y tal como es. Qué es algo y cómo es, es lo que llamamos su esencia. El origen de algo es la fuente de su esencia. (Heidegger. Pg. 1).

A partir de esas líneas, podemos preguntar cuál es el origen y la esencia de las obras de los autores vallenatos. Aunque no abarcaremos esa generalidad por la complejidad y profusión de estilos y concepciones y líneas que se dan dentro de este género musical. Sí nos preguntaremos cuál es el origen y la esencia de las canciones vallenatas del compositor y poeta que nos ocupa. Y podemos responder que el origen de las canciones de Gutiérrez obedecen a un material de trabajo tamizado en procesos de alta sensibilidad que posibilitan la apertura en tiempo y espacio para una gran obra, cuya esencia está en la relación de su lenguaje con los elementos que representa: sus propias vivencias, sentimientos, paisajes, personas, hechos, rituales, costumbres, y, a los que él somete o subordina en sus discursos estéticos, sus canciones.
Entre obra y artista existe una relación indisoluble, porque el artista indaga, des-oculta en un abisal plasmático de elementos, y formaliza un hecho estético, y este material sin las delimitaciones de los elementos que, en el proceso creativo el artista hace de ellos, no son más que eso, elementos. El artista es artista en cuanto ejercer el oficio de hallar, y la obra en cuanto obedece a su calidad de hallada. Los dos se deben a esa entrañable relación. Por eso Heidegger anota:
Gracias a la obra; en efecto, decir que una obra hace al artista significa que si el artista destaca como maestro en su arte es únicamente gracias a la obra. El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista. Ninguno puede ser sin el otro. Pero ninguno de los dos soporta tampoco al otro por separado. (Heidegger. Pg. 1).

Y no se soportan el uno y el otro por separado, porque son esa unidad de lo ente en el ser que finalmente deja ver el pensador alemán. Él enuncia que todo está en el ser, los animales, los hombres, las cosas, las plantas, los utensilios, los ritos, los dones. Habla de esa velada fatalidad suspendida entre lo divino y lo contrario a lo divino que recorre al ser, y cuyo dominio escapa al hombre, quien no está en capacidad de conocer esa totalidad (Heidegger. Pg.23).

Pero tenemos, que el artista, quien instala una obra, cuenta con cierta fortuna para leer en el misterio y arrebatarle la parte que consigo expresa en el poema, la canción, la representación de la forma y el color en la pintura. Mientras más se piense en la vastedad de la unidad, mayor es la representación que se saca de esa enormidad (Heidegger. Pg. 23). Gustavo se acerca a esas vastedades, siempre habla de eternidad e infinitud. Y el dios que alienta y habita en el ser y los entes (las cosas) le propicia al autor, en cuanto artista, la apropiación de su obra.

Dice Heidegger para clarificar el des-ocultamiento del artista: “Pues bien, alguien que sin duda lo sabía, Alberto Durero, pronunció esta conocida frase: «Pues, verdaderamente, el arte está dentro de la naturaleza y el que pueda arrancarlo fuera de ella, lo poseerá».”
(Heidegger. Pg. 34).
Gustavo Gutiérrez al construir su universo, al des-ocultarlo, aclararlo, lo separa del mundo al que estaba ligado como material, y que empieza a ser universo al ser mirado por el artista, al ser concebido por su sensibilidad, al ser apropiado por su deseo. Todo artista desea fundar, ese es su oficio y su labor, ese, su don. Así, encuentra su belleza, su verdad, que al decir de Heidegger: “La verdad es el des-ocultamiento de lo ente en cuanto ente. La verdad es la verdad del ser. La belleza no aparece al lado de esta verdad. Se manifiesta cuando la verdad se pone en la obra”. (Heidegger Pg. 40).

Des-ocultar para erigir la obra, también consagra, sacraliza a la obra, y ella es sagrada en el sentido en que abre la posibilidad para que habite el dios. No todo logra ese espacio abierto a la posibilidad de posesión del dios. A ese nivel existe una dignificación y un esplendor, dignidad y esplendor indispensables para la presencia y hábitat de lo sagrado. Heidegger acerca su visión a la concepción humanista- teológica de Pico de la Mirandola, expuesta en La dignidad del hombre, y en toda esa tradición hermética de la que participa también Raimundo Lulio, quien describe las dignidades de Dios (Dignitas dei) que corresponden a las virtudes del hombre para acercarse a Él, a Dios. El dios necesita una exigencia para estar, para habitar, y esa es la dignidad, el esplendor.

Hermes Trimegisto, en su Corpus hermeticum, establece el principio en la Tabla de
Esmeralda: Lo que está de bajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo. Es el don de la correspondencia, el espejo que identifica la imagen. Entonces, con la dignidad y el esplendor se consagra el templo para morada del dios. Así el artista acerca su obra a condición divina, haciéndola digna como receptáculo de ese aliento, entregándole majestuosidad, esplendidez y lustre. Cuando lo logra, ella queda instalada en la enormidad. Y hablamos de obras consagradas a esa enormidad no a la voracidad de lo efímero.
Ariel Castillo (2001) en su apreciación de la obra de Adolfo Pacheco Anillo, dice:
“La única manera de ganarse un puesto en la historia de la poesía o de la música es presentando un mundo propio, inconfundible.” En efecto, Gustavo Gutiérrez ha concebido el suyo, con sus densidades y latitudes, tiempos y espacios. Lo ha concebido creando un pensamiento estético, donde la visión metafórica de su mundo concibe el paradigma que busca como artista, como poeta, como cantor. Fragua así a partir de los elementos que recrea –de los temas que lo atan a su pueblo, su gente, su paisaje, sus costumbres y preocupaciones– el mundo que representó con su lenguaje compositivo: una cosmovisión del Valle.

Algunas preocupaciones y temas en la obra de Gustavo Gutiérrez

En la revisión que hacemos de la producción de Gustavo Gutiérrez encontramos una serie de temas que giran, gravitan, son y están allí en el mundo que recrea, que son sus preocupaciones, su mirada, que lo atrapan y hacen de él un ser existencial que grita lo que ve, piensa y siente en sus canciones. Los temas más recurrentes son el amor, el paisaje, los amigos, sus versos (sus canciones), el tiempo, con un énfasis especial en el pasado, la felicidad, la eternidad, entre otros.

El pasado 
En la plenitud no existe el tiempo como límite, sólo existe en la concepción del hombre, y la forma como se percibe, varía de acuerdo con la cultura. El poeta, el creador, puede adentrarse en sus vivencias y aunque pertenezcan al pasado él les estatuye su espacio en un único y valedero tiempo. En su estudio sobre Fredy Molina, Lyda Vega, establece la dicotomía pasado/presente, tiempos en los que el compositor patillalero dispone los elementos para organizar su mundo y el tiempo que fluye en él. Un presente que se hace cercano desde el uso del pronombre destinatario “tú” y un pasado “palpitante”. Esa categoría y la concepción misma del tiempo, en Molina, nos son válidas también para ilustrar en la construcción de lo temporal que hace Gutiérrez en sus canciones. (Vega, Lyda. 2010: 160, 161). No olvidemos la cercanía que hubo entre los dos compositores y el diálogo que oficiaron y sostuvieron a nivel musical.

Es importante preguntarse aquí, cuando se revisa la temporalidad, cuán grande es la validez, la verdad, la condición de un pensamiento que siempre se reactualiza como es el del poeta Manrique, ese que expresa en Coplas a la muerte de su padre, cuando es del parecer de que todo tiempo pasado fue mejor. Gustavo Gutiérrez asume el pasado como línea axial en su cosmovisión musical, dándoles los matices de su mundo particular e imprimiendo en ese mundo y ese pasado su impronta personal.
En las coplas de Manrique, obsérvese, como en los versos 10, 11 y 12 se hace una valoración en demasía positiva del pasado, teniendo en cuenta que es una elegía a partir de la muerte de Don Rodrigo, padre del poeta, que reflexiona sobre la vida, la fama, la gloria y un pasado histórico y general, cuando el presente no parece tener sentido con la presencia de la muerte. Es la fijación en la memoria de gestas y hechos grandiosos, cuando la referencia primordial en el momento de la reflexión es la pérdida, la muerte, y su llegada ineludible, por ello el poeta valora, lo que está más allá y por encima de la pérdida, que es lo que le confiere gloria y queda fijado en los versos de Manrique:
cómo, a nuestro parecer, 10
cualquiera tiempo pasado 11
fue mejor. 12

Gustavo Gutiérrez escribe una historia con el permanente referente del pasado. Aunque no es un pasado histórico y grandilocuente, como en el de las Coplas de Manrique, el pasado histórico que circunscribe al poeta, nuestro compositor, es un pasado donde el sentimiento fluye, el paisaje descubre el asombro, donde la costumbre amada, es, y luego, subsiste en el recuerdo.
En Amores que van y vienen rubrica: “Yo vengo de aquel pasado / de canciones y ternura”… “desempolvando recuerdos”. En Camino largo suscribe el mismo verso, y lo pone a dialogar con otro contexto. Otro verso: “si mis palabras conservan el aliento /las viejas huellas de mi vida cantarán”. En El cariño de mi pueblo orgulloso confiesa: “he tenido momentos felices, / de esos que no se olvidan.” En Parrandas inolvidables nos hace partícipes de que vuelve por la nota vieja, y nos describe los caminos del recuerdo: “caminitos solitarios hoy quedan / hoy quedan en el recuerdo / no se escucha por el pueblo un acordeón/es un hecho ya perdido / cuánto añoro ese pasado del folklor / se acabó con ese estilo”.
Otros versos de Parrandas inolvidables nos anuncian permanentemente una indisoluble relación con ese pasado como fuente de su composición: “aún queda fresca la huella de un ayer / que tanto quería / parrandas inolvidables se fueron / callecitas tan lejanas”
Los versos florecen en la fascinación por historias y momentos sociales vividos, donde la amistad, el amor, la casa, la calle, el barrio, el paisaje percibido y ligado a través de la emotividad del momento, viven el protagonismo y la permanencia en la memoria a través del verso cantado, como material poético.
En Regalo mis canciones el pasado tiene la dignidad y la completud que entrega su felicidad o el ideal de la felicidad. En los versos de la canción desplaza la búsqueda de la felicidad no encontrada en el pasado a un hipotético y mejor futuro: “quién no llora si el amor se va / pasa el tiempo llega otro mejor, / quién me da el aliento para vivir”.
En otros versos, en Regalo mis canciones, se establece una pequeña oposición, una consideración, diríamos, con el pasado ideal que enuncia muchas veces. En los siguientes versos se vive y se comunica una sensación del dolor, y lo advierte:
“Hoy regalo mis canciones / todas ellas por montones / quién las quiere de regalo, / hay momentos en que duele / en que duelen sus verdades, / sus tristezas del pasado.”
En Rumores de viejas voces, el pasado y sus hechos tienen la fuerza, el brillo, lo dignificante a los ojos del poeta, que ya no es, que se perdió, se fue: “Ya no se escuchan las notas acordes / de viejos sones de Tobías Enrique, / Jaime Molina y sus versos de amores “/…“porque mi tierra ya no es lo que fue / emporio de dulce canción, / remanso de dicha y de paz”.

El amor 
El amor, el supremo ideal, al que le han cantado todos los poetas. El amor, la razón del equilibrio y el sustento de lo existente. La fuerza que lanza las esferas a ser y estar en su movimiento: La razón misma de ser de esas esferas, y cuyos principios nos lo relata Maimónides en La guía de perplejos, un tratado que concilia las supuestas contradicciones entre la fe y la razón. El amor, el Eros griego, que se opone a la muerte, y dios al cual los filósofos le confieren importancia en su relación con el alma, la belleza y la posibilidad de aprehender las ideas.
El amor en el poeta del romanticismo del Valle es filial, es intenso y extenso. Se prodiga a los amigos, a la mujer, a la gente, al paisaje, al pasado, a un futuro prometedor de felicidad. Esa fuerza no podía ser indiferente al cosmos musical de Gutiérrez. El amor siempre ha exaltado a los poetas, ha sido por siempre motivo y musa. Veamos los versos de algunas canciones para saber cómo está representado en el aliento de nuestro En Parrandas inolvidables: interpela a una calle para que lo escuche, una calle vinculada al amor: “callecita tan lejana de un amor / escucha mi queja…” y en los siguientes versos: “yo no puedo separarme / de las cosas mas hermosas más ligadas a mi vida / como estar enamorado / y escuchar de Hugues Martínez su guitarra tan sentida”. Con ellos nos aproxima a una marca, al sentimiento que implica los momentos, detalles y elementos asociados.
En Camino largo, el poeta va tras los elementos que le hayan impreso a su vivencia el sentimiento del amor: “Busco en las noches serenas de mi tierra / la triste nota que brota de un acordeón / para sentirme de nuevo enamorado…” En esa vivencia vislumbra momentos negativos que la empañarán, y exagera con el lexema “muerte” un hipotético y extremo destino. Pero decide huir a esa condición para sellar la solución: “miraré hacia el cielo y entre las montañas / volará mi pensamiento muy lejos de aquí / con paso muy firme buscando un camino / donde pueda detenerme al olvidarte a ti / bajo un nuevo cielo sembrar nueva vida / cuna de esperanza donde pueda ser feliz”.
En Regalo mis canciones, lleva de lo particular a lo general, del amor amistoso que se siente por un amigo y del amor a una mujer, de ese amor particular al amigo y a la mujer al amor totalizador, como principio para vivir y percibir todo con una mirada amorosa: “He extrañado a un amigo al partir, he sufrido por una mujer / en verano la brisa del campo que ha inspirado de dicha y placer / pasa el tiempo llega otro mejor quién me da el aliento para vivir / mucho he madurado para sentir la tranquila forma de ver el mundo con más amor.
En No se pedir perdón, se da cuenta de actos y rituales cotidianos que obedecen al amor, como una caricia, atender y cuidar la flor que gusta y adorna, para que ese mismo sentimiento amoroso se prodigue en crecimiento, fortaleza y vida, lo que significa el amor expresado en el cuidado, en el cultivo: “Deja mis manos que te acaricien”…”riegas la tierra, le das aliento y los rosales florecerán” En Lloraré, el amor es asimilado al querer: “Lloraré cual los hombres que sinceros son / cuando no los quiere una mujer / y en sus noches gime el corazón…” Vemos seguidamente que existe un cambio de lugar, un vuelo, una huida, para eludir la molestia de la situación negativa, y anuncia la vuelta cuando exista la ausencia o eliminación de tal situación: “Volveré….volveré / cuando ya con el tiempo destruya el veneno malevo / que fue tu querer”.
En Sin medir distancia. El autor da cuentas del amor mencionando su opuesto, el odio, y donde manifiesta alejarse de él. Se emprende la huida, el vuelo para evitar dolor: “Quisiera volar muy lejos, muy lejos/ sin rumbo fijo/ buscar un lugar del mundo sin odios / vivir tranquilo”. Identifica lo que negativiza la plena vivencia del amor, la plenitud de la felicidad: “Eliminar la tristeza / las mentiras y las traiciones”. Seguidamente prevé la dificultad de encontrar la plenitud y promete el aprovechamiento de la fugacidad del placer, la alegría, del momento, instalándose en la declaración de un carpe diem: “Cualquier minuto de placer será sentido en realidad / si lleno el alma, si lleno el alma de eternidad”.
En Calma mi melancolía, nace un amor sentimental, y todo será dispuesto para la majestuosidad del momento, como acontece en El nacimiento de Venus, de Botticelli.
El espacio y lo que hay en él se confabula para tal acontecimiento, así será dispuesto en la canción. La vivencia del amor debe ser digna, y esa marca debe ser la eternidad: “Nació un amor, sentimental, nació de ti”. / “Por siempre te quiero y serás mi eterno amor” Y, en los versos la pureza, la esencia, el ideal que condensa la magnitud: “me diste toda tu esencia pureza mujer hermosa / me contabas tus ideales de amores…” “Como la flor que acaricié en mi niñez / siento tu aroma fresco y puro de mujer” Pero aun así, y dadas esas dimensiones, no se descarta la sorpresa y, El amor duele o puede infligir el sentimiento del dolor: “La misma persona me vuelve a causar dolor…”

La felicidad
En la felicidad, otro de los ejes temáticos de las canciones de Gutiérrez nos remite a un ideal que ha sido objeto de la mística. En Mis condiciones, esa petición a rencontrar el camino remite al ideal de la Beatriz en Dante, guía de la felicidad: “Cansado de cosas vanas / se me aburrió la vida / se nota que estoy buscando / una alegría perdida / ayúdame a re-encontrarme / por favor te lo pido / ahuyenta de mí la sombra / enséñame el camino. / Quiero morir dentro de mí / y en otro ser resucitar”.
Enuncia un momento místico, advierte que tiene hastío de las cosas vanas, las que se encuentran en la vida material. Subraya en el discurso el ánimo que tiene en la búsqueda de la vida plena, que brinda la felicidad que perdió el hombre. Es una gran Es una metáfora que trasciende el nivel de conciencia, y puede que se exprese en los versos del canto sin que el autor así lo suponga, es un sentido de religación pero se plasma como ideal que subyace en la canción, y aunque así no lo haya concebido el poeta es válido en la interpretación. Esa marca ideológica está allí en el plano sentimental y real. Es un sentimiento constante. Nos presenta a la amada, a su ideal, y dice, y mira a la cotidianidad del amor, del terrenal: “Acostumbrándome ya estoy / a verte todos los días / profundos deseos yo siento…”

La eternidad, la infinitud
La eternidad, la infinitud son temas, conceptos importantes en las canciones de Gustavo Gutiérrez, a través de los lexemas que representan y refrendan esas ansias de eternidad, y aseguran su permanencia a través de la afirmación. Con ello, el poeta ejerce de verdadero poeta, observador lúcido, y quien tiene conciencia de una condición, de una simbología y poder primigenios asignados al lenguaje. Les confiere una porción del carácter de lengua perfecta, ese que Eco estudia y examina en su tratado En búsqueda de la lengua perfecta, la lengua que habló Adán, que tenía la riqueza y las propiedades teúrgicas (Eco, 1999). Hoy se hace uso de retazos de tales propiedades, y ese uso lo ejercen quienes trabajan la palabra y conocen su poder. Características y poderes que suscitan el interés de Jorge Luis Borges, cuando escribe en El Golem: Si (como afirma el griego en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’. Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre, que la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia guarde en letras y sílabas cabales. Adán y las estrellas lo supieron en el Jardín. La herrumbre del pecado (dicen los cabalistas) lo ha borrado y las generaciones lo perdieron.
El lenguaje en sus distintos niveles nos ofrece usos, y los usos y rituales tienen sus especialistas. El orador adhiere a su ideología voluntades, el taumaturgo cambia realidades, pero el poeta la vaticina (de ahí, otra forma de nombrársele: vate). Gustavo Gutiérrez, como conocedor del lenguaje poético, le asigna la carga simbólica para obtener lo que quiere: la eternidad. Esa infinitud que sondea a través del misterio del canto. Piezas como: Canciones que van y vienen, El cariño de mi pueblo, así lo confirman, hablan de eternidad.

La rosa, el símbolo
A Gustavo Gutiérrez se le ve en sus conciertos con una rosa o con cualquier otra flor en sus manos, y la mira, la alza, la entrega. Hace más de veinte años cumple este ritual, y unido a él derrocha ternura, canto, pureza e ideal. La rosa, símbolo místico por excelencia. Una ofrenda a su público, a sí mismo y al cosmos.

Conclusiones
Tenemos en las canciones de Gutiérrez una compleja, meditada y bella síntesis del pensamiento y el sentimiento del Caribe en una música que en la cultura y visión festiva de Colombia, aquí en nuestro territorio no le es indiferente a nadie. Él, Gustavo ofició como el primer romántico y ese sentimiento continúa en el espíritu de sus canciones. Ya autores como Roberto Calderón, se cuentan como vestigio de un romanticismo y lo declara en El último romántico. Seguir escuchando la música de Gustavo es un culto al honor de ese Sumo sacerdote de la palabra, Don Gustavo. Que así sea por siempre.

Referencias
• Heidegger, Martín. El origen de la obra de arte. Versión española de Helena Cortés y Arturo Leyte. Caminos de bosque. Ed. Alianza. Madrid, 1996.
• Alighieri, Dante. La divina comedia. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1994.
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• Diccionario de Filosofía. Florián, Víctor. Ed. Panamericana. Bogotá, 2002.
• Diccionario filosófico. Comte-Sponville. Ed. Paidós. Barcelona, 2005.
• Hermes Trimegisto. Corpus Hermeticum. Sin fecha.
• Borges, Jorge Luis. http://www.poemas-del-alma.com/jorge-luis-borges-el-golem.htm Consultado el 13 de abril de 2013.
• Urango, Juan Carlos, y Arrieta René. Entrevista a Gustavo Gutiérrez. Programa Música del Patio. UdC Radio. Cartagena de Indias, 2013.
• Castillo, Ariel. Cuaderno de Literatura Hispanoamericana y del Caribe colombiano. Ed. Ceilika. Cartagena, Barranquilla, 2010.
• Vega Castro, Lyda. Cuaderno de Literatura Hispanoamericana y del Caribe colombiano. Ed. Ceilika. Cartagena, Barranquilla, 2010.
• Ariza Daza, Óscar Andrés. Cuaderno de Literatura Hispanoamericana y del Caribe colombiano. Ed. Ceilika. Cartagena, Barranquilla, 2010.
• Urango, Juan Carlos. Versos que cuentan. Ed. Pluma de Mompós. Cartagena de Indias, 2011.
• Van Dick, Teum. Análisis Crítico del Discurso. Ed. Athenea Digital, 2010.
• Platón. Diálogos. El Cratilo. Ed. Gredos. Madrid, 1987.
• Bruno, Giordano. El sello de los sellos. Ed. Libros del innombrable. Zaragoza, 2007.
• Eco, Umberto. En búsqueda de la lengua perfecta. Ed. Crítica. Barcelona, 1999.
• Farinelli, Arturo. El romanticismo en Alemania. Ed. Argos. Buenos Aires, 1948.
• Manrique, Jorge. Coplas a la muerte de su padre. http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/coplaspo. htm. Consultado en abril 12 de 2013.

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