martes, 4 de noviembre de 2014

VALORACIÓN DE LUIS ENRIQUE MARTINEZ EN LA BIBLIOGRAFÍA VALLENATA



Por Emmanuel Pichón Mora


El ejercicio de la sospecha
En este apartado nos  disponemos a hacer una relación comentada de las opiniones que diversos conocedores de la cultura vallenata escribieron sobre Luís enrique Martínez. A partir de glosas y acotaciones de textos escritos por reconocidos investigadores, periodistas y folcloristas se hacen análisis del real aporte del Pollo Vallenato a la música vallenata. 



Luis Enrique Martínez: la epifanía de un nuevo evangelio vallenato


En primer lugar nos referiremos a lo que opina la inconmensurable Consuelo  Araujonoguera, la Cacica, en la obra que inaugura las reflexiones sobre el vallenato: Vallenatología, orígenes y fundamentos de la música vallenata, editada en 1973. En la última parte de esta sugestiva obra, Consuelo hace un balance de quienes son los acordeoneros más destacados como interpretes y\o compositores. Luego de valorar las aptitudes musicales de los hermanos Duran: Nafer, Alejandro y Luis Felipe, en donde se deshace en elogios a Nafer como, según sus propias palabras, “el mejor, más capaz y prolífico hacedor de melodías vallenatas”, se refiere a Colacho Mendoza como virtuoso de la interpretación pero no de la composición, y al maestro Emiliano Zuleta Baquero lo entroniza como el creador del estilo interpretativo tradicional más peculiar dentro de la escuela VALLENATO-VALLENATO, dice, de manera contundente, como todo lo suyo, que de no ser por Emilianito y Poncho, el estilo interpretativo tradicional “habría desaparecido, totalmente borrado por la influencia del virtuosismo de Luís enrique Martines.”

Tamaña aseveración toma aún más relevancia si sabemos que las relaciones entre La Cacica y El Pollo no fueron muy cordiales. Es más, el Pollo se dolía de que por influencia de La Cacica y el maestro Escalona, él no fue rey vallenato antes de su apoteosis del año 1973 cuando al fin, después de dos intentos fallidos, fue coronado en Valledupar. De estas vicisitudes de Luís enrique Martínez en el festival vallenato quedan varias canciones (“El festival de Armando Zabaleta”, “Festival Vallenato” de Geño Mendoza Pitre )  que se constituyen en documentos que atestiguan la presunta animadversión de los creadores del festival hacia el Pollo.

Llama poderosamente la atención, analizando con malévola suspicacia este libro de 161 páginas, que la Cacica no se refiera a Luís Enrique sino hasta la página 151, en su último acápite. Tal nombre no aparece ni en las prolijas enumeraciones de los acordeoneros de la escuela VALLENATO-VALLENATO ni en ninguna otra, como tampoco lo menciona en ninguno de los cuatro géneros en que ella divide la historia del vallenato: primitivo, costumbrista, sentimental y moderno; y mucho menos se encuentra, a manera de ejemplo, canción alguna del Pollo Vallenato en todo el libro. Pareciera que,  pensando malévolamente, a última hora, y a volandas, Consuelo justiprecia el numen creativo de Luís Enrique Martínez impelida por la tozuda realidad que imperiosa le grita que no puede quedar por fuera de su vallenatología el recién coronado Rey  de la leyenda Vallenata. 

Es por eso que, presumimos, ojerizas aparte, párrafos después de tan sugestiva afirmación escribe, anteponiendo su ethos investigativo a su gusto personal, lo siguiente:

“Luís Enrique Martínez, pionero, junto con Abel Antonio Villa, de las grabaciones de música vallenata, constituye prácticamente el eslabón donde terminan los aires vallenatos ejecutados monorrítmica y uniformemente, sin mayores cambios ni alteraciones entre uno y otro interprete ( ejecución esta que bien podríamos llamar tradicional o expresionista) y comienza la interpretación en un estilo musical vallenato de renovación, enriquecido con notas brillantes, nuevos movimientos musicales, giros y compases, arreglos, en fin, que le dan un matiz diferente a la ejecución, la cual se debe bautizar como moderna o impresionista. 

A través de grabaciones, Luís Enrique Martines surge nacionalmente, al iniciarse la década del 50, junto con Alejandro Durán, Ramoncito Román y Abel Antonio Villa. Para esa época, la escuela del VALLENATO-VALLENATO no contaba con exponentes interpretativos de alcance nacional, por que los nombrados –excepto el mismo Martínez—representaban al VALLENATO BAJERO, pero Luís Enrique, mediante sus grabaciones, se impone rotundamente con la creación de nuevos “pases” musicales, haciendo arreglos, exprimiendo la totalidad de los tonos, sin dejar nota muerta o silenciosa dentro del instrumento, todo lo cual, más tarde y como consecuencia de la acogida que estas innovaciones tendrían entre los aficionados y seguidores de la música vallenata, iba a generar el estilo impresionista.”

La mención de Luís Enrique Martines hace que la Cacica divida la historia del vallenato en dos: vallenato expresionista y vallenato impresionista. Es decir, lo convierte en hito.  Antes de Luís Enrique y después de Luis enrique. La singularidad musical de este fonsequero, obliga a que la Cacica se arriesgue a hacer una conceptualización hasta ese momento inédita y que infortunadamente para Luís Enrique no  ha tenido trascendencia, pues hasta ahora pocos son los entendidos que le han hecho justicia. Esperamos que así como le sucedió en el Festival de  la Leyenda Vallenata, el reconocimiento formal al fin llegue y lo entronice como el Padre del vallenato moderno.

Es menester decir aquí que los hitos marcan revoluciones, cambios, insurgencias, rebeldías. Y Luís Enrique fue un rebelde que instauró una sedición digital al darle a los dedos de los bajos igual sabiduría que a los de los pitos; le dio a la mano izquierda el don de la melodía. Es un lúcido prestidigitador ambidiestro, de rutilante diestra y festiva siniestra. Así lo manifiesta lleno de emoción en su célebre merengue “El gallo jabao”:

Toco los pitos bonitos
Toco los bajos sabrosos
Soy el gallo peligroso
Con la espuela y con el pico

Definitivamente es un rebelde taimado, pero su condición apacible y robusta lo hacen ver, más que como un gallo de pelea, como un buey noble y manso—así certeramente lo describe García Usta— y esta mansedumbre a conspirado en su contra y los ciudadanos del dilatado país vallenato lo ven ahora más como un tradicional músico bonachón que como el revolucionario que en realidad fue.   

No obstante, en los épicos tiempos en que se inicia el Festival de la Leyenda Vallenata, su nuevo evangelio vallenato tiene resistencia entre los sabios doctores de la rígida ley “mosaica” vallenata, y es comprensible entonces que a Luís Enrique Martínez en el Festival Vallenato algunos lo miraran con sospecha. Los festivales se crean para conservar un canon establecido, no para subvertir la tradición. Y El Pollo era un gran subversivo, el creador del vallenato moderno, el mismo que, irónicamente, han acogido todos los festivales como modelo de vallenato tradicional: “vallenato de verdá verdá”. 

A lo anterior yo agregaría una observación de la que pocos – en verdad creo que ninguno—se han percatado hasta ahora, y es que la música que a ultranza defienden los folcloristas y a la que ponen como paradigma del verdadero vallenato folclórico, no es más que el vallenato que Consuelo bautiza de impresionista, es decir, por aquellas calendas de los años 70, moderno y opone al vallenato expresionista, es decir, al sacrosanto vallenato tradicional. 

Veamos como Consuelo hace el parangón entre estas dos tendencias   o estilos que ella circunscribe únicamente a la escuela VALLENATO- VALLENATO pero que a mí se me antoja que es general:

“El expresionismo o tradicionalismo en la ejecución es, como su mismo nombre lo sugiere, la expresión musical de los viejos y tradicionales “aires” del vallenato. Se caracteriza, entre otras particularidades, por el sostenido y bien empleado uso de las notas bajas y la casi carencia de arreglos.  Aunque cada ejecutante imprime su acento personal  al acordeón,  los seguidores del expresionismo se identifican sin mayor esfuerzo por la limpieza, la sencillez y tersura del toque, que expresa, cuenta y comunica toda la belleza de una interpretación ajustada a los viejos cánones musicales del vallenato. Esta tendencia expresionista tiene sus más destacados representantes en gran parte de acordeoneros ya mayores, pero también, como se dijo anteriormente, hay muchos jóvenes interpretes que no se han salido de este estilo, sino, antes bien, lo conservan. Ejemplo de estos últimos, para no citar sino a los más destacados, Emilianito Zuleta hijo, Vicente Munive, extraordinario acordeonero de Guacoche que posee notable influencia del viejo Lorenzo Morales, Ciro Meza Reales, quien no obstante su juventud se perfila como uno de los grandes en el estilo tradicional, Alvaro Cabas, otro magnífico mantenedor de esta tendencia y Miguel López, quien junto con su hermano Pablo y Jorge Oñate forman uno de los más idóneos y completos conjuntos para grabaciones de música vallenata que hay en la actualidad. ”

“ El impresionismo o aire nuevo, o sea el estilo creado por Luís Enrique Martínez, es el que produce impacto, impresiona, maravilla y atrae por la fluidez y agilidad recursiva en el empleo de casi todas las notas y la afortunada intercalación de los bajos, con estribillos rebuscados en las notas altas. Tiene sus mejores  representantes en el propio Martínez y en un buen número de acordeoneros  de fama, tales como Nicolas (Colacho) Mendoza, en primer lugar; Calixto Ochoa, Ovidio Granados, Luís castilla, Emilio Oviedo, etc. Sin duda alguna, el impresionismo constituye el estilo con más seguidores entre los nuevos acordeoneros.  Tal vez se deba  ello en parte a la abundancia de los cambios de nota y a la facilidad para introducirle arreglos personales –lo que, en algunos casos, logra darle mayor hermosura a la interpretación—o en parte, simplemente, a que, tal como su nombre lo indica, la amplitud de este estilo permite al acordeonero producir la impresión de un completo conocimiento y dominio del instrumento.”



De todo lo anterior, quiero referirme a algunas de las aseveraciones de Consuelo que se me antojan dignas de glosarlas.

En primer lugar, es curioso que mencione como seguidor del estilo expresionista a Miguel López, cuando es cosa sabida por todos que este acordeonero de La Paz bebió y se “embriagó”  del estilo impresionista de Luís Enrique Martínez; basta revisar la discografía de los Hermanos López con Jorge Oñate para darse cuenta que del año 1970 al 1973 Miguel López grabó  5 canciones del Pollo vallenato, amen de la rutina manifiestamente llena de pases de Luís Enrique.

En segundo lugar, es muy diciente el por qué La Cacica adopta el nombre de impresionista para bautizar el estilo de Luís Enrique; ella aduce que “la amplitud de este estilo permite al acordeonero producir la impresión de un completo conocimiento y dominio del instrumento”. Lo cual quiere decir que con Luís Enrique el vallenato alcanza la etapa de madurez. Hasta su advenimiento, el vallenato apenas balbuceaba un universo sonoro que cabía en las tonalidades de una sola hilera, es decir las melodías eran “unimensionales”, pues los acordeoneros tocaban y componían sus sones asiendo uso solamente de una de las tres hilereras;  con Martínez la melodía explora las demás hileras, se torna “bidimensional” y “tridimensional” al crear, en palabras de la propia Cacica: “nuevos “pases” musicales, haciendo arreglos exprimiendo la totalidad de los tonos, sin dejar nota muerta o silenciosa dentro del instrumento” . Y la cosa no termina allí, Consuelo se queda corta y solo se asoma  a la real dimensión del aporte de Luís Enrique cuando refiriéndose al manejo de los bajos afirma que él intercala afortunadamente los bajos con la melodía. Lo que realmente hace “El Pollo” es crear melodías con los bajos. Es decir --llevando hasta las últimas consecuencias la analogía espacial--, crea una melodía de cuatro dimensiones: tres en los pitos y una en los bajos. 

Como anteriormente hemos dicho, Luís Enrique Martínez crea entonces un “nuevo evangelio vallenato” en donde la mano izquierda sabe lo que hace la derecha y es portadora de buenas nuevas musicales. Por eso en justicia debemos decir: a Dios Lo que es de Dios y a Luís Enrique Martines lo que es el vallenato Moderno. Es decir: EL VALLENATO.

Concluyendo: el vallenato que se toca y reproduce hoy en los festivales y se reputa como el autentico e inalterado, es el mismo que creó Luís Enrique Martines revolucionando el agreste vallenato tradicional. Lo cual quiere decir que la condición de tradicional no es absoluta y esencial. Lo tradicional es un concepto dinámico que se mueve al ritmo de la historia. Y esto lo saben hasta la saciedad los antropólogos culturales, los etnomusicólogos y lo sabia muy bien Luís enrique Martínez, insigne creador de ojos y oídos abiertos para ver y escuchar las prerrogativas de su tiempo, y el verdadero rey de reyes no sólo del Festival de la Leyenda Vallenata sino de todos los festivales vallenatos, pues su música es la que se toca y reproduce fielmente por todos los que aspiran a ser ganadores en estos espacios de legitimación “folclórica”.


Otro aspecto que se suele soslayar es el que se refiere a la verdadera condición de la música vallenata. Me explico: la música vallenata desde la época de Luís Enrique Martínez perdió su condición de música estrictamente folclórica. Como bien lo dice la Cacica, desde la década de los 50, la música vallenata empieza a producirse y reproducirse por los medios masivos de comunicación mediante las grabaciones en acetatos, emisiones por la radio y otros medios electrónicos como los altoparlantes. Esta nueva manera de circular la música vernácula, la convierte en música popular. Más tarde ahondaremos en este tópico con mayor profundidad.




El “pollo” vallenato: “Heraldo negro” de la modernidad en el vallenato

Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa en su extenso libro “Cultura vallenata: origen, teoría y pruebas”, editado en 1992 por PLAZA & JANES, es muy parco al hablar de Luís Enrique Martines. Se refiere a él  cuando habla de la Escuela Ribana en estos términos:

“En la actualidad la representación plena de la Escuela Ribana la ostenta la voz de Silvio Britto, los cantares de Leandro Díaz y el acordeón del rey vallenato Luís Enrique Martínez, quien, como bien lo testimonia, aprendió el son por su temprano contacto y permanencia en las escuelas Central y Ribereña, enriqueciendo de paso a esta última con la enseñanza de su maravillosa ejecución cargada de gracias y florituras, propias de su escuela y que antes de él no eran comunes al mundo vallenato. El “Pollo vallenato”, como se lo identifica, recorrió en su juventud todo el Valle de Upar, las sabanas de Bolívar y casi la totalidad del país, llevando el rótulo musical de una escuela que aún hoy los admiradores de este folclor identifican como propio de su estilo.” (Página 403)

“Maravillosa ejecución cargada de gracias y florituras que antes de él no eran comunes en el vallenato”; esta es la lacónica valoración que hace Tomás Darío Gutiérrez del Pollo Vallenato. Además dice, en el apéndice del libro “Testimonios del folclor musical vallenato, que Luís Enrique Martínez es creador de un estilo dentro del vallenato. Luego, un dilatado silencio. No explica cuales son las características de tal escuela ni su repercusiones.

Gutiérrez Hinojosa, en el capítulo doce, bajo el título “Épocas y sus personajes en la Música Vallenata”, traza las características de cada periodo musical vallenato, a los cuales denomina justamente como “generaciones”. Llama la atención que al analizar la tercera generación, o época del paseo, encumbre como máxima figura a Alejandro Durán, de indiscutible carisma no obstante sus limitaciones en la ejecución del acordeón, pero a Luís Enrique Martínez, quien también pertenece a esta generación y posee una “Maravillosa ejecución cargada de gracias y florituras que antes de él no eran comunes en el vallenato”, lo menciona como simple comparsa al lado de otras célebres figuras  como Samuelito Martines, Nafer Durán, Calixto Ochoa, Colacho Mendoza, Miguel López, Alfredo Gutiérrez…, muchos de los cuales son confesos epígonos del Pollo. 

A mi entender la razón de tal preferencia es la siguiente:
Gutiérrez Hinojosa ve en el maestro Alejo a “el mensajero de los viejos tiempos y rector de la originalidad” del vallenato. Ve en él al paladín que mantiene “vigentes los parámetros culturales de una música últimamente amenazada, en sus principios y estructura cultural, por el fenómeno de la comercialización.” Es decir, a ojos de Gutiérrez Hinojosa, el maestro Durán es grande por defender el pasado, la tradición, la ley “mosaica” del vallenato. Luís Enrique Martínez, en cambio, inventa el futuro de la música vallenata, es el mensajero de un “nuevo evangelio” liberador, el vallenato moderno, que, paradójicamente es el vallenato que más se toca en los festivales por ser modelo de “tradición”. Por eso, especulo descaradamente, Gutiérrez Hinojosa no puede poner de ejemplo al  “Pollo” vallenato, pues este es un subversivo de cata mayor, un heraldo negro de díscolo evangelio. La sospecha se cierne otra vez sobre Luís Enrique Martínez.

Luís Enrique Martínez: La exuberancia  armónica del vallenato

A continuación comentaremos lo que dice Julio Oñate Martínez en el libro “El abc del vallenato”, editado en el 2003. Oñate Martínez es muy prolifero en datos, anécdotas y curiosidades recavadas con fervor casi místico durante años. Es, además, en todo el universo vallenato el que posee la documentación discográfica más completa. Por esto es considerado una autoridad en vallenatología.   Sus referencias a Luís Enrique Martínez son generosas y variopintas. 

En el capitulo titulado “Los bajos en el  acordeón”  (pag. 31), dice lo siguiente:
“En acetatos no comerciales grabados hacia 1948, Luís Enrique Martínez mostraba la tendencia del artista a hacer figurajes con los bajos, lo que nos permite afirmar que es él el primero en realizar pases o figuras con el bajo, independientemente de la melodía, pero conformando el formato armónico de la pieza. Al respecto contamos con el testimonio de Víctor Amorteguí, quien sostiene de manera enfática, en entrevista en Miami con Emigdio Ortiz, acordeonero de Fonseca residente en los Estados Unidos, que al primer acordeonero al que vio sacar melodía  con los bajos fue a Luís Enrique Martínez.”

Le recordamos al amable lector que el señor Amorteguí era, a la sazón, dueño de la casa de grabaciones Amortecí en Barranquilla. Hecha esta aclaración, sigamos con la amena pluma de Oñate Martínez, quien a continuación nos revela otra dimensión del numen creativo de Luís Enrique Martínez:

“A mediados de los cincuenta se puso nuevamente de manifiesto el espíritu innovador de Luís Enrique Martínez, al introducir algunas modificaciones en las notas de los bajos en el acordeón. En alguna ocasión quiso reproducir en los bajos las figuras que Juan Madrid realizaba en la guitarra, cosa que ya hacia con los pitos, y se dio cuenta de que le faltaba una nota. Entonces acudió a don Ismael Rudas, padre del acordeonero con el mismo nombre, quien arreglaba todos los acordeones de su región, Caracolicito. Ante la consulta de Luís Enrique, el viejo Ismael encontró una solución: trasladar la nota que faltaba del teclado de los pitos al área de los bajos. Según testimonio del rey vallenato Nafer Durán, fue el gran Pollo Vallenato quien mostró una manera más novedosa de marcar el bajo, conocido como “bajo repicao”, porque en los aires de paseo y merengue el marcante de sus bajos eran un verdadero repique.”

Después de esta revelación, Oñate Martínez comenta que Colacho Mendoza, el primer rey de reyes, recibió la influencia en el modo de tocar los bajos de  Luís Enrique Martínez. Dice también que de igual modo el llamado rey de los bajos, Poncho Lopez, se nutrió de la savia digital del fonsequero. Es pertinente mencionar que en las grabaciones de los años 70 de otro acordeonero de la dinastía de los López, Miguel, es frecuente escuchar a Jorge Oñate diciendo la frase de combate, antes de un pase de bajo: “Escuchen los bajos de Miguel López”; tales pases de bajos en realidad son los mismos que Luís Enrique Martínez se había inventado dos décadas antes.
La capacidad innovadora de Luís Enrique Martínez no se agota en la creación de un nuevo lenguaje armónico vallenato, además estaba presto para explorar combinaciones tímbricas que los hoy defensores a ultranza del verdadero vallenato no titubearían de motejar de  ilegítimas. A propósito de este tópico, Oñate Martínez dice (página 55):

“En 1953 Luís Enrique Martínez y su Conjunto Lírico Vallenato grabó en Fuentes con el acompañamiento del guitarrista fonsequero Julio Vásquez Oñate, quien hace también las veces de vocalista interpretando una composición suya, el paseo “Locas aventuras” en el disco de 78 rpm Nº 0380. Por esa época se produce una grabación, la 0382, un paseo de Luís Enrique Martínez dedicado a Julio Vásquez, “Contestación a locas aventuras”, que constituye un verdadero hito histórico, en la medida en que se trata de la primera ocasión en la que el acordeón se acompaña con una serie de instrumentos propios de una orquesta, como lo son la trompeta, el bajo, la timbaleta y el cencerro.”

Luego recalca: 
“Estas grabaciones poseen un valor múltiple: en el disco de 78 rpm Nº 0380, en el que Luís Enrique interpreta el paseo “Mujer querida” de Julio Vásquez, se introduce por primera vez el cencerro en una grabación de vallenatos; en el disco 0381, canta el propio Julio Vásquez los paseos “loca Aventura” y “Caprichosa”, lo que lo convierte en un precursor de la tradición del cantante Vallenato.”
Además de Julio Vásquez, es de conocimiento general que Luís Enrique acompañó por la misma época a Esteban Montaño y a Armando Zabaleta. 
Oñate Martines también dice que por sugerencia de José Maria Fuentes, propietario del sello curro, Luís Enrique  graba en 1954, con la Sonora Curro, temas vallenatos con la participación del saxofón de Carlos Arnedo. Páginas más adelante en el capitulo 38, “Rarezas musicales de nuestros acordeoneros” (página 363), valorando negativamente, presumo que  por ser ritmo extranjero, lo que a todas luces es una prueba del  talante abierto y la solvencia interpretativa del Pollo, dice lo siguiente:
“Luego viene lo que podemos considerar el único lunar en la carrera de Luís Enrique Martínez al grabar a finales de los años sesenta un merengue dominicano con toda la estructura propia de ese aire. Se trata de 

“Dijiste vida mía”, cuyo autor es Juan Madrid, guitarrista acompañante de Luís Enrique. Esta pieza tuvo el saxofón acompañante de Carlos Arnedo y quedó consignada en el larga duración de Epic, ref. ES- 1056.” 
No obstante la anterior apreciación, Oñate Martínez justiprecia la dimensión colosal que tiene Luís Enrique Martínez en la historia del vallenato. En el aparte donde hace perfiles de los músicos cimeros de la vallenatía, a los cuales el llama retratos, termina el que le corresponde al Pollo, y al cual titula “Luís Enrique, el pollo que hacía temblar a los gallos”, con las siguientes generosas palabras: 
 “Antes de morir, Alejo Durán dijo “que se iba de este mundo con la gran tristeza de que su estilo no dejaba seguidores, pues no esta registrando nuevos cultores que mantuvieran aquella herencia”. En Luís Enrique el caso debe ser diametralmente opuesto, y en estos momentos, si estuviera vivo, experimentaría la satisfacción de que el estilo que impuso, la escuela que implantó, es la que tiene muchas más repercusiones. Y es que Luís Enrique Martínez partió en dos la historia en ese aspecto, y de su fuente módica se han nutrido todos los interpretes del acordeón debido a su gran riqueza interpretativa, a su virtuosismo con el teclado y a la forma prodigiosa como daba giros musicales en un vallenato lleno de vivacidad, de interpretación ágil, de fabulosa combinación de sus notas. Fue el primero que tuvo la genial idea de florear en el teclado con una nota siempre alegre y brillante y hacer figuras o pases con los bajos, que es la manera que tienen los acordeoneros de demostrar su habilidad de digitar en el teclado y manejar al mismo tiempo los bajos en una armonía perfecta. Su herencia musical se acrecentará con el paso de los años en la medida en que los nuevos valores vayan enriqueciendo el patrimonio musical vallenato, pero recordando siempre que en él tuvieron como base las notas melódicas del gran “Pollo Vallenato” Luís Enrique Martínez”.

Poco hay que agregar a estas contundentes palabras. Es necesario, sin embargo, agregar lo siguiente: Luís Enrique Martínez no gozó en las postrimerías de su vida de un posicionamiento destacado en la farándula vallenata. Ni fue objeto de estudio de académicos o inspiración de poetas y narradores, como si lo fue el maestro Alejandro Durán. Por eso Durán es más visible y está más presente en el imaginario y la imaginería popular. Algunos entendidos dicen que Durán tenia más carisma que Luís Enrique y otros, quizás más avisados, arguyen que Duran gozó más del aprecio de los intelectuales y periodistas que a la postre lo hicieron más visible. La condición de parrandero irredento, de pantagruélica garganta, de Luís Enrique, frente a la proverbial abstinencia de licor de Alejo, a lo mejor tiene algo que ver. Lo cierto es que la personalidad del maestro Alejo Durán ha sido más mediática que la de Luís Enrique y a dado como consecuencia la impresión de que era mejor músico. No obstante, Oñate Martínez tiene razón al decir que el estilo de Duran no tiene epígonos, mientras que el legado de Luís Enrique campea aun victorioso por los festivales, las parrandas y las casetas. En realidad Luis enrique es el acordeonero que instala la modernidad en el vallenato y dilató en forma extrema el universo expresivo de esta música que hoy expresa con madurez las vicisitudes y vericuetos del alma vallenata.
























1 comentario:

  1. Ya es Hora q la fundacion.de la leyenda vallenata le de los honored q el pollo se merece

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